Mariela aún aletargada, espera acodada en el mesón de la cocina el sonido de la jarra eléctrica y el burbujeo del agua en ebullición. Parpadeante y legañosa se rasca el trasero por sobre el pijama, en anuncio de una nueva jornada y la rutina; se procura de elementos para preparar el desayuno: manos a la obra, en tanto su pareja aún duerme en la cama caliente. El menú constituye en unas tostadas francesas a la boliviana, mermelada de guayaba, agua caliente en el termo, té de sobré, café instantáneo, marraquetas, fruta fresca y un jugo de naranja recién exprimido, todo para su rey sin corona, aquel hombre que conoció en la facultad de Economía. Aún se pregunta que vio en aquel sujeto de hombros estrechos y anteojos de montura de plástico, ¿sería la sagacidad e inteligencia matemática que presentaba en las materias lógicas y la responsabilidad consabida de estudiante aplicado? O la sonrisa bobalicona al ser visto por unos ojos avispados de una mujer tremendamente altiva, inteligente y...
Un espacio en el que puedo compartir una de mis más apetecibles pasiones. La literatura y la poesía.