Mariela aún aletargada, espera acodada
en el mesón de la cocina el sonido de la jarra eléctrica y el burbujeo del agua
en ebullición. Parpadeante y legañosa se rasca el trasero por sobre el pijama, en
anuncio de una nueva jornada y la rutina; se procura de elementos para preparar
el desayuno: manos a la obra, en tanto su pareja aún duerme en la cama
caliente. El menú constituye en unas tostadas francesas a la boliviana,
mermelada de guayaba, agua caliente en el termo, té de sobré, café instantáneo,
marraquetas, fruta fresca y un jugo de naranja recién exprimido, todo para su
rey sin corona, aquel hombre que conoció en la facultad de Economía. Aún se
pregunta que vio en aquel sujeto de hombros estrechos y anteojos de montura de
plástico, ¿sería la sagacidad e inteligencia matemática que presentaba en las
materias lógicas y la responsabilidad consabida de estudiante aplicado? O la
sonrisa bobalicona al ser visto por unos ojos avispados de una mujer
tremendamente altiva, inteligente y con un cuerpo que teóricamente escapaba a
las posibilidades de un nerd como consideraba
a su esposo en aquellos días universitarios. Mariela es una mujer segura,
decidida, astuta, coqueta, capaz de conseguir lo que se propone, conoce los
atributos que la envuelven desde la inteligencia ubérrima y aquella encantadora
voz que glosa sus carnosos labios, a esa finísima piel de durazno que recubre
su esplendoroso cuerpo de mujer de veintisiete años, sin hijos, dermis
impoluta, con un trabajo estable, horarios flexibles, caderas amplias y una
vida independiente. Jorge que así es como se llama el consorte, se dispone a
tomar el desayuno, ya ingresó a la ducha, torna espabilado y usa sus mejores
atuendos para encarar el día en la oficina, brinda un beso cálido a su esposa, camina
acompañado de las noticias que emite la radio de la cocina, se dispone a tomar
el café instantáneo servido por Mariela, quién saldrá posteriormente a su
trabajo como encargada de marketing en un empresa publicitaria dentro de dos
horas, suficientes para dejar reluciente el hogar y emerger hecha una
preciosura sofisticada a su fuente laboral, Jorge en cambio raudo cuenta los
minutos para abordar el coche, mascullar por el día de trabajo y rogar al cielo
que el tráfico no sea un dolor de cabeza previo al arribo al puesto
esclavizante que regenta en la entidad financiera donde se desempeña.
Mariela se dispone a recoger los
cubiertos y restos de comida de la mesa, piensa en lo agendado para esta
jornada: el trabajo en horario matutino, el tráfico de la avenida principal, el
almuerzo formal en la oficina con los representantes chinos, la revisión de las
nuevas propuestas para slogans y gráficas para este mes, el encuentro posterior
con las amigas a tomar el té en “Las Delicias”, ir al supermercado por unos
artículos para la cena, encontrarse con Jorge para la cita con el médico
gastroenterólogo, y llegar a casa a preparar la comida y ver la televisión o
escuchar música, - el día está copado – cavila para sí, piensa en su pareja y
analiza que Jorge cumple un horario mucho más tortuoso, con jefes exigentes y
trabajo bajo presión diario en la oficina, los problemas gástricos son debido a
ella, con seguridad después de la asistencia al médico esperará una cena ligera
con su esposo y descansar parapetado en el hombro de Jorge, pensado en la dieta
y medicación que deberá llevar él de hoy en adelante para combatir la gastritis
galopante que se imagina que el doctor va a confirmar. Mariela sonríe para sí,
delineando una maliciosa mueca en los surcos de sus pulposos labios, mientras
piensa con gravedad en su rictus hermoso que llegó el último viernes de mes y
Jorge viajará a Cochabamba a una capacitación empresarial, y ella quedará sola
en la casa todo el fin de semana.
El encuentro con Helen y Virginia
en la tarde de té y galletas fecundaría ideas providenciales para una salida
reservada y exenta del conocimiento de sus cónyuges, ladys night piensa y sonríe, las damas esta noche de viernes no
tendrán memoria, ni una alianza en el dedo anular que impida usar el escote
atrevido de aquel vestido ceñido que compró sin consentimiento previo de su
compañero de alcoba, la oportunidad de lanzar una mentira blanca, un obús a la
fidelidad de salidas en pareja y poder relucir los zapatos beige de tacón alto
en aras del triunvirato de féminas libres de beber sin miramientos, entre risas
sardónicas e ínfulas inflamadas en miradas lascivas de su entorno.
- ¡Chicas, todo listo! – exclama
eufórica Helen- el viernes en la noche la rompemos. Ya avisé a Joaquín que
saldré con ustedes, no me dio importancia, además es un tonto, prefiere ver el
fútbol en la tele, beber cerveza y estar embobado en el sillón con un viejo
bodeguero, ¡lo detesto!, así que no hay problema, ¿y tú, Virginia?
- Por mí no hay problema bitches, yo no tengo que pedir permiso a
nadie, soy libre de salir o hacer lo que me plazca, sólo las sometidas y mandilonas
son ustedes, así que cuenten conmigo a la hora que deseen brujas
- Bueno, yo ya tengo todo
planificado – afirma Mariela - Jorge viajará mañana, sencillamente él no se
dará cuenta, si salgo o no, además somos
una pareja moderna que nos damos el tiempo para cada uno, él con
seguridad, saldrá en Cochabamba con sus compañeros de trabajo, no es una blanca
palomita a pesar de su pinta de Bill Gates,
por lo cual haremos lo mismo esa noche, y
miren chicas, si todo va bien, rematamos en la casa, que estará bajo mi
dominio todo el fin de semana.
- ¡Genial!, ¡bravo amiga!
entonces mañana en la noche le damos la previa en el Florín y luego a la disco
- Excelente.
- Fabuloso.
Al día siguiente efectivamente,
ocurrió lo que Mariela planeaba e imaginaba, la despedida rauda y afectiva con
Jorge en el aeropuerto, las recomendaciones dadas por cada uno respecto a su
protección y el mutuo amor comprometido, con el filo de las sañudas ideaciones
de quebrantamiento en el fin de semana merodeando en sus cabezas, mimetizadas
en peticiones de llamadas en el momento
de arribo al punto de destino y la continua comunicación si surge algo
inadvertido, con el corolario del consuelo de un beso corto de despedida en el
embarque del aeropuerto.
Mariela retorna rumbo al trabajo,
la rutina de cada día, no obstante, ella se encuentra atenta a las llamadas o
watssap de Jorge, en tanto ya viene pergeñando la preparación para la noche y
la salida furtiva con las amigas.
Llega a casa, descansa un
momento, ingresa a darse un baño en la ducha, se seca placenteramente con la
toalla felpuda, ya tiene sus atavíos preparados, la ropa interior de encaje
reluciente, una finísima tanga rosada y
un corpiño del mismo color y finura, una vestido corto de color beige que hace
juego con el par de zapatos a estrenar, un collar de perlas y unos aretes de
plata completan la vestimenta de Mariela, quien en la soledad de la habitación
y su desnudez lentamente se peina y maquilla para salir en el radiotaxi que la
recogerá a las 11 de la noche para el encuentro con sus amigas en el bar.
Una característica de estos años
y las noches de fiesta, es la disposición de salida que franquean los círculos de
mujeres noctámbulas, habitués en bares y discotecas, fieles parroquianas
vestidas de pompas elegantes, entre risas, y pitadas finas de cigarrillos,
entre mojitos y caipirinhas, por lo cual
la llegada de tres amigas al Pub
no fue observada por nadie, las mesas abarrotadas por hombres y mujeres,
empapados en el vaho aguardentoso del ambiente y la música de fondo invitaba a
formar parte de esta escenografía que se repetía todos los fines de semana con
personajes distintos.
- ¡Qué bueno que hubo una mesa
libre! – asiente Helen- Este lugar revienta los fines de semana, ¿verdad que
sí, chicas?
- Ni se imaginan el día de mañana
queridas, es un pandemonium – responde Virginia – puedes ver todo aquí, fíjate
a tu alrededor, parejas prendiendo, griteríos, puterios, te aseguro que muchos
de este lugar son amantes, o aventureras, ni soñando novios o casados, todo es
una selva
- Sí creo que sí, hay muchos
hombres lindos, aquí – habla Mariela, mientras gira la cabeza vislumbrando el
lugar - Observen a todos los buitres y chacales que hay en este lugar. No dejan
de vernos como carnada, ¿alguna de ustedes quieres ser comida creo no? - Dictamina
a sus amigas mientras levanta el vaso de vino que solicitó al mesero
- Ay, mira quien habla, ¿no serás
tú la ofrecida? Ahora que el Jorgito no está, por que no te das un touch and go, jeje
- Ayyy cómo crees, desgraciada,
pero ya veremos que la noche es joven – Responde con seguridad Mariela, sosteniendo
la copa de vino con los dedos en forma de garra
- Este es un lugar diverso y
abigarrado, lleno de extranjeros, miren al fondo, parecen ingleses los jóvenes
de aquella mesa- dice Helen excitada por el bullicio de la música y el
ambiente.
- Y cómo sabes que son ingleses –
pregunta con ironía Virginia – Viste sus pasaportes o es que ya te tiraste a
uno
- ¡Oyeeeee que te pasa!, no, no
me los tiré aún jeje, pero noto ese aire británico en sus fachadas, además
perra, los gringos no son de mi estilo, yo consumo lo nacional, apoya lo
nacional querida
- Jaja, bueno, con razón estás
como estás como compradora de tantakhatu de ropa hecha en El Alto
- Oye que te pasa, jaja, bueno,
cada una con sus gustos y secretos. Y tú, Mariela; a parte de tu formal
maridito, cómo prefieres a un hombre, hay alguno prototipo de macho cabrío de
preferencia. ¿Talvez, algún deseo oscuro e inconsciente? – pregunta Helen
mirando fijamente a los ojos de Mariela
- Bueno, tú lo dijiste querida,
un deseó oscuro y que mida más de 1,80 siempre es bienvenido y bienaventurado –
responde sonriente y con sorna.
Risotadas generales de las chicas
irrumpen en la mesa, la respuesta de Mariela dio pie a la exposición de
pensamientos disolutos y febriles, un halito de sorpresa surge en las amigas de
Mariela, sabían que Mariela era una mujer agraciada y segura, capaz de
conseguir al hombre que deseé con solo mirarlo y sonreír de forma perniciosa,
verla bailar era un agasajo visual en despliegue del movimiento candente de sus
caderas hipnóticas y la belleza de la figura que goza, sabían que ella a parte
de la hermosura de su cuerpo, tenia la inteligencia suficiente para arrastrar con dominancia en sus manos a los
hombres que deseé y posea, por lo cual el comentario del anhelo de un hombre de
color entendido como deseó oscuro, fue descifrado con inmediatez, ingresando en
la etapa de inferencias sobre aquellos hombres míticos por su inusitado
atractivo de la tez morena y la belleza varonil exótica que aborda en ella.
- Mira qué los morenos, son excepcionales,
dicen por ahí que cuando hacen el amor te tocan hasta el hígado con su polla, y
no por nada les dicen los destrancapiernas, y son tan apasionados y fogosos
como un diablo encandilado o un toro de lidia.
- ¡Y tú como sabes tanto! –
responden sorprendidas las amigas.
- ¡Que intrigante!, me sube la
bilirrubina al escuchar tus aseveraciones de fanática de la pornografía o tus
deseos inconscientes de monja carmelita en pena, a pesar que leí un artículo en
una revista, donde denostan y desmitifican este hecho, y bueno en mi calidad de
investigadora y antropóloga aficionada en etnias y razas subsaharianas,
quisiera develar esta duda que me acomete entre sueños y vigilias. – las risas explotan
por doquier ante el agudo comentario
- Miren- interviene exaltada
Virginia- y pensar que allá al fondo hay un par de ejemplares traídos del
África septentrional: de Costa de Marfil o sus descendientes de los tambos llegados
de los Yungas
- Para mí que son del Congo, Del Congo Belga
con su gran belga, diré con su doble nacionalidad Congolesa y de Bélgica-
Intercede Mariela. Las chicas carcajean exacerbadamente ante el chiste tonto.
- Y bueno porqué no le saludamos
y le pedimos a ambos que vengan a la mesa- Propone Helen
- No es mala idea, quien sabe,
talvez alguna de nosotros tengamos suerte, y logramos adquirir una triple
nacionalidad o tener un intercambio cultural de fluidos y visados - anuncia Virginia en tono de sorna
- Eres una guarra, una suripanta
encantadora- replica Mariela con jocosidad- miren nos sonríen y saludan,
aprovechemos la oportunidad.
El encuentro repentino de las
mujeres con el dueto de hombres de la mesa del fondo, torno en un ameno
entremés de melifluos comentarios y una sarta de bromas espontaneas, los
jóvenes altos y atractivos de tez morena, presentándose amigablemente, no eran
oriundos ni del África negra de los documentales de Nat Geo o unos vendedores de papayas de Chulumani, los susodichos
radicaban provisionalmente en la ciudad de Sucre a título según ellos de formar
parte de un equipo de 2da división de futbol de la región, era los mentados.
“refuerzos extranjeros” traídos de las tierras calientes del café y las arepas:
los colombianos Iván Osorio Zuluaga y Ramón “Kanu” Balanta. Defensor impasable
y delantero punzante, cual se denominaron en forma oronda y pretenciosa.
Las damas quedaron impresionadas
por el par de jóvenes altos y graciosos, las copas de vino y cerveza aumentaban
y el ambiente invitaba a bailar, Helen y Virginia reían desternilladas por las
gracias hechas por Osorio Zuluaga, desde el beber copas enteras de cerveza al
acento tropical que deslizaban sus frases ensalzadas, en cambio Mariela con
mayor tiento y atención escuchaba las sandeces linguales dadas por “Kanu”
Balanta, quien explicaba equiparándose a niño fanático del deporte el origen de
su sobrenombre y la relación de éste a la posición de la cancha que ocupaba.
Mariela veía aquel refinado rostro duro, los cabellos encrespados de forma
ceñida y los largos dedos de ese par de manazas parecidos a una penca de
plátanos de forma atónita, se deleitaba con su figura varonil y dominante, los
jeans estrechos asemejaban unos músculos potentes y pretenciosos en plenitud,
ensoñaba ser abrazada por ese sujeto de piel abrasadora, sin dar fe de su
situación de mujer casada, olvidando la vibración de los mensajes del celular
de parte su marido que en igual arrebato de alegría se encontraría en la ciudad
de Cochabamba en una supuesta fiesta de ejecutivos de la empresa que pertenecía.
Con el ardor de la noche,
decidieron salir del bar, rumbo a la discoteca, subieron a un taxi entre risas
y tocamientos evidentes, ingresaron en la movilidad apiñados unos de otros, con
el subidón de las copas efervescentes de alcohol encima, Osorio Zuluaga
compartía amistosamente los brazos de Virginia y Helen, y Mariela compartía el
pequeño espacio con su eventual pareja de salida quien pagó el servicio de taxi
de forma pretenciosa enlazando su largo brazo por el hombro de Mariela.
Dentro la discoteca, la fiesta en
su total exalto y desenfreno, jóvenes y viejos de ambos sexos bailando sin
desatino, botellines de cerveza en mano y botellas de whisky en las mesas, la
música hacía inaudible las conversaciones, las imágenes de parejas
entremezclándose entre abrazos y besos candentes, repetían un retrato del
deleite y concupiscencia, el grupo de
amigas en el fragor del momento meneaban distendidas el cuerpo expresando
un baile de apareo con sus minifaldas cortas ante los morenos acompañantes, la
bebida aumentaba y el tiempo pasaba sin remedio. De pronto y sin explicación alguna y de forma
repentina, Mariela y “Kanu” desaparecieron del lugar, sin aviso previo.
Al igual que en la cancha, una
gambeta hecha por el delantero punzante al defensa impasable, en compañía de
Mariela, hicieron una finta para escapar del lugar, ambos tenían otras
intenciones en la que la demás compañía era baladí y prescindible, no obstante,
un instante de lucidez y cambio de música en la discoteca, calmó los ánimos en
las dos amigas, quienes preocupadas por
su amiga de estado civil: casada, desapareciera con un extraño a semejantes altas
horas de la noche sabe quién a qué lugar, motivo por el cual Helen la de menor
grado alcohólico, llamó de forma reiterada al celular de Mariela, quien en la enésima
llamada contestó embravecida, con un claro signo de embriaguez:
-¡Qué quieres!, no me arruines la
noche mujer, les dije que esta noche, sí, esta noche voy averiguar la certeza
del mito que ronda en la mayoría de las cabezas femeninas, esta noche cual
Indiana Jones voy a penetrar en el insondable mundo del mito oscuro…. – Mariela
cortó la llamada de forma inmediata apagando el celular, luego posteriormente
estampando un beso de lengua profundo y apasionado a su pareja momentánea en el
destartalado taxi en el que se subieron de forma presurosa.
Ciertamente uno de los grandes devaneos
y deseos que atraviesan muchas mujeres en estos días es la alocada posibilidad
de encontrarse en su camino con un hombre de tez morena, quizás un hombre grande de músculos graníticos y de
piel curtida, con un miembro equino de proporciones homéricas como lo esconde
el mito de los negros o mejor dicho la raza subsahariana, visibilizados en este
tiempo a través de los medios de comunicación digital y de forma liberal en las
redes sociales instalados en videos o memes de gusto salaz.
Mariela, mujer descrita con altos
atributos, parte de una convivencia normal en un matrimonio como cualquiera,
con una pareja honrada y sin hijos, cayó presa de un instante de fabulación y desinhibición
por el efecto del alcohol. Ese solaz momento de fuga y explosividad y la idea redundante que se perpetró en ella tiempo
atrás, y que en muchas ocasiones previas infundieron el cenit de su máxima excitación, recayendo mentalmente
en que era poseída por un extraño de piel negra a pesar de estar con una pareja
a cuestas, se materializaba aquella madrugada la aviesa oportunidad, el marido
se encontraba de viaje y ella
aprovecharía el frenesí de su autonomía y casa solitaria, tenía en su frente y territorio
a un joven moreno alto, bronceado y vascularizado, que se presentó como un refuerzo de equipo de
futbol, el delantero punzante “Kanu” como quería que le llamaran, quién haría
las delicias de espectadores en el estadio y si ella desease las delicias de su
vulva enjugada y crepitante, sin pensarlo dos veces ella quiso sentirse
triunfal al demostrarse ante su ego y sus amigas que logró lo que pocas mujeres
de esta pequeña ciudad conseguirían, empero sueñan y ensueñan empapadas en su
mayoría; acostarse con un negro con un pene del tamaño de un gato muerto, el
mito será develado – piensa-, ebria de deseos y alcohol se fue con “Kanu” quien
propuso ir a un motel, ella remilgosa y temerosa de aquel lugar público, prefirió
su hogar, olvidando su situación de casada y llena de inconsecuentes ideas
frustrantes de la sencillez y simplificación de su marido cotidiano y aburrido.
llevó al amante de paso a su casa (tomando en cuenta que está vacía), y así consumar
el falaz hecho del ayuntamiento en su lecho nupcial y pieza de convivencia.
Grande fue la sorpresa al revelar uno
de los más oscuros secretos de los hombres de color. Llegó al máximo paroxismo,
cabalgó corceles alados, sintió la panacea de sus heridas y el elixir sagrado
de las deidades de origen africano: Yemanjá y el calor de las estepas y selvas húmedas desde el Serengueti al Kilimanjaro,
desde Barranquilla a Coroico, arribaron con su magia incontenible a su piel
aterida. Desde su entrepierna al cerebro, sí, ciertamente ese hombre oscuro era
un amante incomparable, como los de la películas xxx, un mandingo a domicilio o
una versión de Nwankwo Kanu de un Arsenal sudamericano vestido de 9 y en off side, no obstante, después de este
laborioso y ardoroso contubernio carnal Mariela se levantó macilenta,
victoriosa de tres cronométricos polvos de placer continuo, quedo cegada y
tumefacta, adormilada total de cerebro, brazos, pelvis y piernas, no se dio
cuenta que eran las once de la mañana y estaba sola, encendió el teléfono
celular que mantenía apagado desde la última llamada de Helen, aún con batería
bajísima, cientos de llamadas perdidas, watssaps y mensajes de textos ametrallaron el
ambiente semivacío de su alcoba, bajó lentamente, la casa estaba desordenada y sobre todo los muebles y la ropa desperdigados en el suelo. Las
joyas, el dinero, muchos collares, el reproductor de dvd, la tele plasma, los tennis
de Jorge, la laptop, el microondas y varias cosas de valor desaparecieron
misteriosamente.
Ella tenía una sensación de un panal de
abejas en hora pico del pubis para abajo, pero la cabeza era una música hecha
de sonidos procedentes de gones japoneses que retumbaban progresivamente, sin entender
cómo definirlas, talvez eran las llamadas del ma rido encabritado o de sus preocupadas
amigas de parranda en el teléfono celular, o el reproche que recreaba su
cerebro tras el robo perpetrado o una sanción avizora que daban las señales de la atmosfera malsana, accionando
los latidos de su corazón agitado ante
el anonadamiento de lo ocurrido. Ahora sí conocía el verdadero rostro del mito
oscuro y no era ese hormigueo en la entrepierna, no, no era el que esperaba.
Era otro que fue desmitificado o confirmado o como quiera ser entendido.
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