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LÁSTIMA… ME CHINGUÉ LA RODILLA


Las botellas de licor emergían como por arte de magia. Unas, tras otras, tras otras, tras otras. El ambiente del bar comenzaba a deformarse, los tonos hostiles y vahos aguardentosos irrumpían en las mesas, en una de ellas, exclusiva para los beodos consuetudinarios, un hombre imprecaba a mansalva a sus cofrades de cantina. José – aquel borracho- denostaba en improperios la canina vida que llevaba, decía a viva voz con el vaso de chuflay en la mano, dirigiendo su ovina mirada a Mario y Ricardo, amigos de la parranda cíclica que cumplían diariamente, contando aquella misma historia que cada noche narraba con desazón:
José: Yo, un día fui un gran empresario – afirmaba, posando la mirado al cielorraso del salón – un día que no quiero acordarme diría El Quijote, pero ustedes supinos que van a saber de literatura
Mario: Tranquilo José… qué si andamos con esas, no respondemos, seremos ebrios, pero no irrespetuosos, así que, si vienes aquí a contarnos tu historia, que está demás decírtelo: ya la conocemos, te vas a ganar por añadidura una tremenda piña por maleducado y bocón que ni tu Quijote te salva.
Ricardo: Mismamente… ¡salud!.
José: Pa pa pa pa pa, borrachos, no saben nada, bueno está bien, pero les decía. Un día fui un gran empresario. Tenía una oficina enorme y exitosa en los rascacielos más altos del centro, una secretaria hermosa y voluptuosa que hacía los petes mas fabulosos de la galaxia, una agenda llena en reuniones y viajes, amantes por doquiera, un bar lleno de los licores más finos que sus mullidos paladares podrían degustar, una familia…, un perro…, una casa..., una vida…, sí eso sí, tenía una vida, una vida distinta a esta. ¡Salud¡
Mario y Ricardo: ¡Salud¡
Mario: Siempre dices que tenías una vida, una puta aquí, un viaje allá, un trabajo, una casa, y si realmente tuviste la suerte de tener todos esos deleites y la oportunidad de tener un lugar donde cobijarte. ¡Qué demonios haces aquí!
Ricardo: Mismamente...!salud¡
José: No lo sé Mario - se pregunta guardando silencio por un instante - me hago esa pregunta a diario. ¿cuándo fue que comencé a perderlo todo? Y me surgen distintas ideas.
Mario: Y tu cabeza que te responde, o tu estomago o tu pija jajajaj
Ricardo: Mismamente… ¡salud¡
José: Mi cerebro me dice, que perdí la cabeza por culpa de los culos, jaja -sonríe- ¿saben ustedes la fabula del conejo en los rieles?
Mario: No, personalmente yo no lo sé
Ricardo: Mismamente… ¡salud!
José: Un día un conejo caminaba feliz por la pradera, cercana a las vías del tren, cantaba alegre con un sonrisa amplia; sin tomar recaudos atraviesa por las railes, al darse cuenta, nota que su cola se había caído en la  mitad de los maderos que se entrecruzan las vías, posa la mirada a su colita tirada en mitad de los metálicas sendas y afirma para sí: voy o no voy a recoger mi cola, ingresando en una duda: ¿voy por mi cola o sigo mi camino, voy o no voy? se preguntaba. Finalmente decide ir por su cola. Retrocede varios pasos y al momento de recoger su rabo, un tren pasa velozmente sobre él, destruyéndole el cráneo del conejo, dejando una escena sangrienta en el prado. (explica)
José: ¿Saben cuál es la moraleja?
Mario: Ni idea.
Ricardo: Mismamente.
José: Nunca pierdas la cabeza por un culo… jajaja, - ríe copiosamente bajando súbitamente su estado de ánimo - y yo por pelotudo estratosférico, no solo perdí la cabeza, perdí a mi esposa, perdí a mis hijos, mis casas, mis autos y el puto bar donde tenía exclusivos elixires que sus mullidos paladares jamás probaran.
Mario: Te reitero hombre, si siguen con ese ego de empresario, tremenda paliza que te llevaras… (silencio) jaja pero que gracioso, ósea que tildas a las mujeres de tu súbito descenso a esta vida de oprobio, que personalmente me fascina, ¡Hey! mozo (llama airadamente) tráete otra media de chuflay, ipso facto.
Ricardo: (mirando al mozo) Mismamente…
José:  Que se yo, si fueron las mujeres, o mi total  falta de respeto y ausencia en mi hogar, o mis ideas de enriquecimiento, mi  cabeza se perdió por muchas razones: piernas, culos, cheques, fraudes, viajes, viejas, y todas las noches al terminar la estresante jornada, antes de ir a casa, terminaba apoyado en mi bar a servirme unas cuantas  copas para  poder relajarme, quien sabe, me era necesario beber un poco, y así poder cambiar de rostro en casa y lograr soportar las nimiedades de mi hogar y lograr conciliar el sueño al caer la noche.
Mario: ¿Y cómo perdiste todo?
José: Como te lo dije, no sé cuándo empecé a perderlo todo, solo recuerdo que un día desperté en un cuarto de motel, con la ropa tirada en el piso, un olor inaudito a mariguana, alcohol y mujeres baratas, una resaca de los mil demonios, me encontraba sin celular, ni billetera, hasta perdí mis zapatos americanos.
Mario: Y que es lo que hiciste en ese momento
José: Bajé a recepción, pedí prestado el teléfono, no sabía donde me encontraba, el recepcionista me indicó que nos encontrábamos en un motel en mitad de la carretera y que llegué con dos señoritas que se fueron hace horas del lugar en mi automóvil. Llamé a mi mujer, nunca contestó, llamé a mi oficina, tampoco lo hicieron. Tomé mis pocas prendas, dejando mi reloj Rolex que encontré debajo de la cama por azares de la suerte, tuvo que servirme como moneda de cambio para cancelar la habitación y un boleto de autobús a la ciudad, no recuerdo como llegué, empero ingresé a mi casa rompiendo un ventanal, estaba vacía, los muebles, el perro, las joyas, el dinero, mi familia, todo había desaparecido. La empresa que regentaba se había esfumado como por arte de magia, mis colegas del directorio escaparon  con todo el dinero dejándolo en la quiebra y dejándome con todos los gastos y obligaciones, la secretaria voluptuosa había tramado todo esto, era el puente entre los desalmados del directorio y mi inocencia etílica, no me quedaba más que ingresar a la cárcel o huir, huir lo más lejos que pueda y como ven ustedes tomé la segunda opción y por eso vengo a contarles esta historia amigos asnados que si no saben nada del Quijote, menos entenderán de cómo hice para huir de la ley - ríe para si tomando el vaso de chuflay - ¡salud carajo!, ¡salud, por mi perra vida!
Mario y Ricardo: ¡Salud! (responden al unísono)
Mario: Y pensar que algunos tuvieron la suerte de vivir una vida de lujos y derroches como tú - observa fijamente a José- y otros nacimos entre escombros y jamás sabremos percibir el aroma y la piel de mujeres hermosas o probar nuestros gargajos elixires exóticos. Unos nacimos en la basura y vivimos en ella, eso sí, no somos unos maricas para llorar nuestra existencia y suerte, como algunos… (mira a José), vivimos a lado de ella felices con nuestra suciedad - la ira se apodera de Mario - la inmundicia, las enfermedades, el alcohol, la peste, y no ponemos en cara excusas o temores; agarramos la vida como viene, sin remilgos, sin aspavientos. La vida es forjada por la suerte, y esta suerte perra que tenemos y compartimos no la chillamos como cerdos a punto de ser degollados o tu que dices mi querido Ricky, tú qué me dices -se da la vuelta y fija la mirada en Ricardo esperando una respuesta. Esperando su clásico: Mismamente.
Ricardo: (Espera en silencio unos segundos)… no me preguntes a mi… ¡hip!… jeje, me cago en la vida de ambos ¡hip¡ ..ambos, sus vidas son patéticas, lástima…, lástima  por ustedes, en cuanto a mí, yo era mejor en todo, en todo que ustedes, lástima, lastima por mi… que me chingué la rodilla.



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