Ir al contenido principal

Entradas populares de este blog

LUCÍA

-         ¿Es difícil entender a las mujeres, mamá? – preguntó Mónica con ojos desesperanzados, como si hubiese perdido una apuesta. -         Por qué dices eso mi amor. -         Es que oí a papá decir eso anoche. Y bueno yo soy mujer y tú también eres mujer y no sé… -         Ay… mi amor, tu padre dice cada cosa, no le hagas caso a las sonseras que salen de su boca, más bien los complicados son ellos; como tu hermano David un tarambana, y ni qué decir tu padre, que nunca deja el teléfono, justo ahora cuando el tiempo apremia. ¡ya deberías estar en la escuela!, pero él dale que dale con el aparatito ese y la oficina. ¡Gabriel!, hasta que hora ¡por Dios! Lucía comenzaba a impacientarse, no es el habitual retraso de su marido en las mañanas, ni los pesados minutos del tráfico rumbo a la escuela y el posterior trasbordo al trabajo en la fa...

CONFESIÓN

  Con el paso de las horas, los días y los meses, el escaso sueño que cobijo se orilla en mis párpados como enormes crisálidas colgantes, es una sensación que me cuestiona a cuenta gotas, horadando sobre la frágil línea de cordura que habita en mi restregada conciencia. La verdad, nunca imaginé hospedar este pensamiento inusitado poblando mi tórrido cerebro; nunca repasé maquinar ideas tumultuosas acerca de las arcanas categorías que revisten lo correcto de lo incorrecto, pero, mírenme aquí, sorbiendo una taza de café, sonriendo como un adolescente indolente los comentarios pueriles de los periódicos, engañándome lentamente con las noticias que mastico en la televisión desde tempranas horas, sabiendo a ciencia cierta que soy presa de algo que aún no logro comprender y mi entorno es un envoltura dispuesta a desecharse. Cada mañana al salir de casa arrastro un bloque pesado en la espalda de camino al trabajo en el hospital, un crucifico, este alimento diario de la duda inagotable e...

POSO MI TACTO EN LAS ESCALAS SALOBRES DE TU PIEL…

Poso mi tacto en las escalas salobres de tu piel, mujer. En tanto observo como degollas mi fantasía con tus gemidos quedos. Tú, no estás ahí, nunca lo estuviste. Desde aquella tarde en que desnuda me pediste ser la medida de tu tiempo, ser sépalo y pistilo te desbordaste en mí como la lluvia en los manglares. Me inmolé en el Solsticio. En tu pubis germinal. Mis manos amorfas esculpieron soles en tus senos y un grabado en tu espalda inagotable reflejaba la escolopendra infinita de tu dermis. Aquella tarde, supe a ciencia cierta, mi fuga del tiempo y la cordura. La medida de todas las cosas eres tú. Salobre mujer de pelo ceniciento La medida de mi muerte eres tú. Alacrana y flor. A Mapaíta...