Poso mi tacto en las escalas salobres de tu piel, mujer. En tanto observo como degollas mi fantasía con tus gemidos quedos. Tú, no estás ahí, nunca lo estuviste. Desde aquella tarde en que desnuda me pediste ser la medida de tu tiempo, ser sépalo y pistilo te desbordaste en mí como la lluvia en los manglares. Me inmolé en el Solsticio. En tu pubis germinal. Mis manos amorfas esculpieron soles en tus senos y un grabado en tu espalda inagotable reflejaba la escolopendra infinita de tu dermis. Aquella tarde, supe a ciencia cierta, mi fuga del tiempo y la cordura. La medida de todas las cosas eres tú. Salobre mujer de pelo ceniciento La medida de mi muerte eres tú. Alacrana y flor. A Mapaíta...
Un espacio en el que puedo compartir una de mis más apetecibles pasiones. La literatura y la poesía.